Al momento de buscar harinas hay muchas discusiones sobre si existe una mejor opción que otra. Y al respecto hay muchas opiniones. Algunos fanáticos de la pastelería dirán que la versión blanca refinada es más sabrosa y fácil de trabajar. Por otro lado, si le preguntas a un ‘health coach’ te dirá que la mejor opción es la integral.
Si se analizan las diferencias desde una perspectiva alimenticia, habrá un ganador para diferentes necesidades.
Harina Blanca
Esta es una harina súper procesada. Su característico color blanco, que muchos prefieren por razones estéticas, se debe a que gran parte del grano ha sido separado antes de ser molido. Después para reforzar el color, es blanqueada.
Además, es un producto con hidratos de carbono menos complejos, de digestión rápida, por lo que es probable que una vez que lo comas, sientas hambre al poco rato.
En el proceso de blanqueamiento y separación del grano de la harina, se pierden muchos nutrientes. De hecho, la mayoría de los países tienen normativas que obligan la fortificación de este alimento. En nuestro país, la harina blanca viene fortificada con ácido fólico.
Harina Integral
El mayor mito alrededor de esta harina es que por ser integral, los productos derivados de ella “no engordan tanto” como la harina blanca, pero este no es el caso. La gracia y el beneficio que obtienes al consumir harina integral es un alimento completo.
De hecho, la cantidad de calorías por porción es bastante similar en ambos tipos. Pero la harina integral tiene un mayor porcentaje de fibra, proteínas, vitaminas y minerales. Esto es porque al momento de ser molida, se mantiene todas las partes del grano: cáscara y germen.
Remplazar harina blanca por integral es más fácil de lo que se cree, ya que las proporciones son iguales. Y hay que tener ojo con los celiacos, porque al igual que la versión refinada, contiene gluten.
Fuente: meganoticias.cl